4.6.12

POP


CULTURA POP
el material de la vida moderna

Yo nunca saldría a la calle sin sentirme como Jim Morrison o Dennis Hopper por lo menos.
Ray Loriga (Héroes)

Cada esquina de nuestra vida está abarrotada de detalles de la Cultura Popular. Desde el cd colgado en el retrovisor de un taxi hasta los pequeños muñecos de Doraemon que llevamos en los teléfonos celulares, incluyendo las etiquetas de las botellas de cerveza que ingerimos y todos los uniformes de equipos de futbol del mundo.
Una flora tan variada e infinita de códigos audiovisuales o literarios, obligatoriamente crea microsistemas con sus respectivas formas de vida, genealogía y hábitats, elementos que podemos aislar, repetir o redimensionar para crear nuevas propuestas artísticas y estéticas. Esta apropiación de los componentes de lo cuotidiano es la esencia misma del lenguaje pop. Es decir, puedo tomar la imagen de la Virgen de Guadalupe, reproducirla en un lienzo o, puedo fabricar cien mil camisetas con ella. Esta personalidad, de objeto de producción en masa, es inherente al pop, pero, es el cambio e intercambio de contextos que genera el arte, lo que le da el carácter de cultura y que hace que merezca ser el tema de libros y charlas interminables. Estilísticamente el pop nos brinda, en verdadera bandeja de plata, un filón de temas, formatos y posibilidades, además de ser una expresión muy versátil, que juega mucho con el humor gracias a todas las referencias  y referentes que maneja (y que son reconocibles por la gran mayoría de terrícolas a nuestro alrededor), lo que le permite ironizar o usar el sarcasmo para cuestionar cualquier tipo de individuo o temática.

La cultura de las masas, en contraposición a la cultura de las élites, siempre tiende al entretenimiento y a la banalidad, pero asume ciertos tintes de rebeldía al enfrentarse a los cánones del sistema. Y esta cualidad de irreverencia ha sido y será provocativa independientemente de lo atractivo del caramelo pop.  Si a esta mezcla le añadimos una generosa porción de nostalgia, la agitamos fuerte, obtenemos un estrafalario cóctel de bajo contenido alcohólico y alto porcentaje en polvo de estrellas.

Personas y personajes del cine y el comic. Porque no solo convertimos en leyenda a Batman, que como la mayoría de leyendas recrea los  antagonismos eternos de la historia de la humanidad, sino que también nos volvemos seguidores incondicionales de Bob Kane, de Tim Burton o Christopher Nolan. Nos vamos a vivir en ciudad Gótica con todo y escritores, diseñadores y directores. Hacemos de la música y de los músicos, íconos culturales que rebasan el tiempo y el espacio. Usamos camisetas de bandas de rock  latacungueñas, parisinas o chilangas. 

Chispazos, Indian Candy, los confites Límber, el Tío Johnny, El Santo, Pancho Jaime, Bowie, Godzilla, José Candelario Tres Patines, Barbie, Michael Jackson, Nuestra Señora del Carmen (Reina de Cuenca y del Azuay), Racer X, Condorito, Huevo Duro y Pépe Cortisona, La máma Lucha y Abdalá Bucarám…
Tiene alma populista el pop. Lo producimos, lo consumimos, lo descomponemos y nos lo volvemos a comer con salsa de tomate y mucha más voracidad aún. Pasa generalmente con algún remake del cine o con algún cover de Madonna reinterpretado por la princesa de turno. Lo importamos vía blog  y lo exportamos en forma de turismo ecológico para el primer mundo. Somos vehículos y conductores.
Lo pop se vuelve cult. Tanto, que convertimos en dioses a nuestras deidades artificiales. Colgamos carteles. Pegamos stickers. Pintamos cuadros. Escribimos libros. Componemos canciones. El disco es cultura.

Lo reivindicamos: El Pop es Cultura. 

Suscribimos convenios entre la poesía y el televisor, cada día es más chico el sacrilegio. Los comics desde hace ya tiempo que se escriben en mayúsculas. La publicidad imita al arte que imita a la publicidad.  De hecho el estilo pop bebe directamente, desde sus inicios, de los anuncios publicitarios y de la forma en que los productos son presentados al consumidor. Quizás actuamos  frente al Arte Pop, por poner un ejemplo, de la misma manera en la que una agencia de marketing pronosticó que reaccionaríamos ante la etiqueta de una lata de sopa. Eso es, somos segmentos de mercado, que eternizamos con el mayor placer del mundo, a veces culposo, a esta suerte de tiovivo biomecánico, al que alimentamos con discos, revistas, juegos de video, con las pequeñas esculturas de la posmodernidad que son las figuras de acción, en nuestro zoológico particular.
Venerado, ensortijado y esponjoso Pop. El único paso siguiente: upgrade to kitsch.

No quiero terminar sin agradecer infinitamente a Monstruocinema y a todos esos viejos films de los sábados por la tarde, que, junto con las películas de chinos de las madrugadas hicieron que a pesar de tanta escuela, nunca perdiera la fe en nosotros. Hijos naturales del televisor, ávidos adictos a Mazinger y a Titanes en el Ring. Compulsivos compradores de LP´s,  45´s y cintas de casette. Fieles coleccionistas de Kalimán (el hombre increíble). Nosotros, pequeños habitúes de los Cosmos y los futbolines de corredor…

Cuenca.
(originalmente publicado en la revista BG en septiembre de 2009)

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